El culpable es Facebook

No es casualidad que poco después de abrirme una cuenta en Facebook dejara de postear aquí. Allí tenía acceso directo a contar mis vivencias a amigos, directamente, sin tener que pensar quién estará leyendo lo que escribo o lo que no. No obstante, no recomiendo Facebook, es un insulto a la privacidad que engancha, así que si no te registras nunca, mejor que mejor.

En Alemania he conocido una cantidad considerable de personas que parecen no tener vida propia. Cadáveres que se alimentan del cotorreo de la vida de los demás. Critico a este, me río de aquel. Siempre pendientes de todo lo que pasa alrededor para seguir como muertos vivientes, sin poder ni si quiera mirarse a sí mismos para comprender qué es lo que falla. Esta es otra de las razones por las que he dejado un poco el blog de lado. No quiero ser carnaza para este tipo de persona.

Ahora ando de vacaciones de nuevo en mi tierra, en donde recorrí tantos kilómetros dentro de un taxi. Y estas vacaciones me están viniendo estupendas para reflexionar, relajarme, y mirar qué es lo que tengo y que es lo que no tengo.

Desde mi última entrada, ha pasado un crudo invierno, y muchas pequeñas cosas, que poco a poco hacen una montaña. Y ahora, unos 6 meses después, aquí vuelvo para hablar, pero esta vez, no tanto sobre mis vivencias, sino más bien de lo que pasa por mi cabeza.

Me estoy dando cuenta de cómo soy, de rasgos de mi personalidad que o bien no los había visto, o bien están cambiando, y no me gustan. De repente, veo que tengo un pronto muy nervioso, muy cerrado, como cuando los niños pequeños se encierran en sí mismos. Me pregunto desde cuando soy así.

Me doy cuenta de que no sé lo que quiero. Que quiero estar en Alemania, pero también aquí, con mi gente, mis amigos, y mi vida un poquito más fácil.

Me he desencantado bastante con respecto a mi actitud en los últimos post. Sobre todo en el ámbito social. Entre más conoces la verdadera cara de la gente, más te desencantas. Digamos que uno termina harto de falsas promesas, y de ver que bajo las fachadas, hay bastante putrefacción. Que las sonrisas se convierten en silencios, y que dejas de ser persona para convertirte en objeto ajeno.

Pero bueno, no todo puede ser malo, intento ser pragmático en mis acciones, y por ello, en los últimos meses he aprendido un poco más de alemán en la escuela oficial. No es que sepa una barbaridad pero voy viendo que voy aprendiendo un poco más.

Alemania... Es un país caro, y donde se come bastante mal. He descubierto que en las guías de viajes, y hablo de libros completos, la gastronomía viene en media página. Salchichas y col agria. Habréis oído infinidad de veces que los alemanes son cuadrados. Pues bien, con la experiencia he podido darme cuenta del porqué. Resulta que los alemanes no saben salirse de las normas. Si algo es una norma o debe ser así, entonces es como se tiene que hacer, y no hay más que hablar. Tenga o no tenga lógica. Entre ellos se dan continuamente la razón, y por lo general, pecan de cierta timidez. No saben reírse. Para ellos el humor es casi como su gastronomía. Suelen divertirse con humor blanco o algún comentario avispado. Nada del humor de cruz y raya, por ejemplo. Su idioma, una vez que le pillas el truco, es una mezcla de español antiguo y Yoda. Ellos, en su día a día se escuchan tal que así:

- En la mañana me levanto y el desayuno debo preparar, pues la alimentación una acción importante es.


No, no es una exageración, ellos realmente hablan así en su idioma. Parece que estén en la época del capitán Alatriste. Al igual que en inglés, los porfavores y términos de respeto no faltan. Además, es un idioma y por tanto, una cultura, que tiene muchísimos menos insultos que el español.

Bueno, dejando de lado el tema, para acabar diré que lo siento por aquellos que me pedían que retomara el blog una y otra vez. No puedo prometerles nada, pero sí que siempre los tengo presentes. De cualquier manera, estoy bastante seguro de que algún día volverá Taxi Driver...

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